Poniendo rumbo a Alsacia

Amanecimos con cierto aire de normalidad enrarecida, como en un domingo de elecciones.

En la Plaza de Castilla, cruce de caminos norteño de los autobuses, los trenes y el metro de Madrid, un puñado de ciudadanos se desperezaba con los primeros síntomas de que, efectivamente, allí también había una huelga en marcha, por más que la aplastante normalidad de las calles se empeñara en sepultarla. Al 70, un autobús con destino a Alsacia, lo esperaba una cola tan larga que a uno ya le asaltaba la duda de si en vez de la frontera de Madrid con Coslada, el destino final era la Alsacia del este de Francia, que es mucho más típica de los españoles en huelga.

La monotonía y la resignación -"es lo que toca, esperar"- las iban rompiendo 'grupetos' de 15 ó 20 ciclistas, como pequeñas escapadas de un pelotón que nunca llegó, y que gritaban "contra los desahucios, huelga general" al pasar por la sede de Bankia, en las Torres Kio. Pero allí no hizo huelga apenas nadie.

El banco duplicó para nada el servicio de seguridad, porque lo único que cambió el panorama fue un piquete tranquilo de 30 personas, de esos que para conseguir la miel no patean el panal. Que haberlos haylos, y muchos. Y así, bostezando, llegó por fin el 70, con destino a Alsacia, y el Tour de 'ciclohuelguistas' pasó otra vez por los aledaños, con su pedalada sincopada, para entorpecer el tráfico.

O quien sabe si para sumarse a la escapada hacia la otra Alsacia. Cuando el 70 se fue, el silencio lo dominó todo.

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