Imagen de esposa resignada

La habitación 450 del Gran Hotel de Estocolmo estaba, en las primeras horas de la tarde/noche (en la capital sueca eran las tres de la tarde y ya había anochecido), en plena algarabía. Como los toreros, el maestro de la lengua, en calzoncillos, inmensos, y en calcetines negros, infinitos, se dejaba hacer. Que le quitaran lo bailado: estaba a punto de ser Nobel coronado. 

Las fotos, en exclusiva, de Marina servicial con el Nobel a medio vestir son de Tribuna. Atrás quedaron los gritos, las inútiles protestas de Marina, que no quería aparecer con el pelo recogido. Pero el escritor se impuso; tampoco quería que llevase botas, sino que luciera el fino tobillo por las heladeras de las calles, y así fué «encaramada en unos zapatos de tacón de aguja», como la vio, Carmen Rigalt en Tiempo. Las revistas de información general, Epoca (a través «exclusivamente» de Jesús Mariñas), Tiempo y Tribuna, se han traído el hielo del ambiente. La euforia ya ha acabado y ahora empiezan a salir a flote los problemas de Cela con sus dos mujeres, y aquí y allá, el dinero en juego. Si exclusiva festiva es ver, en Tribuna, a don Camilo en calzoncillos, no menos exclusiva es seguir a Rosario Conde, la mujer de Cela, por Madrid el día de autos, a saber el 10 de diciembre. Carmen Clara, de Efe-Reportajes, cuenta en Hola aquellas horas vividas, en soledad y lejanía, por la que durante más de 40 años ha sido la mujer del escritor. Rosario Conde cuando abandonó, días antes, su residencia habitual en Palma de Mallorca, no se dirigió, como se temió hasta el último momento, a Estocolmo, sino a Madrid. Pasó el día en casa de una hermana, comió unas croquetas de bacalao en El Escorial, echó una pequeña siesta y se fue a un cine de la Gran Vía, a ver «Las cosas del querer». «Me duele que Camilo José haya dicho públicamente que prefiere no tenerme a su lado», se lamenta en Tribuna. «He sentido una gran tristeza», asegura en Tiempo, para añadir: «Una de las cosas que he querido evitar es que una ceremonia tan importante quedase manchada por historias de la prensa escandalosa».


La buena voluntad de Rosario Conde parece que se ha quedado sólo en deseo. Pues quien cree conocer bien a Cela asegura a Tribuna que, en estos días pasados de gloria y honores, el escritor ha tragado «muchos sapos». Y es que en sordina, con cierta elegancia y con cierta intención de no perder los papeles, Tiempo va más allá que nadie en sugerir cosas. No hablaron demasiado padre e hijo, acompañado de su actual mujer; el beso público que le propinó no estaba en el guión: para ambos fue una sorpresa. El hijo ha negado que su padre tenga apuros económicos, que la obligación de declarar ingresos y gastos proviene, por imperativo legal, de la sociedad económica que se creó para administrar, o controlar los bienes paternos; sociedad que, según recoge Tribuna, Cela está dispuesto, ahora, al regreso, a liquidar, y para ello ya ha puesto las cosas en manos del abogado Fernando Castedo. En Tiempo se ha explayado también Marina, quien ha negado el papel que se le asigna: qué dinero iba a sacarle ella al escritor en este tiempo en que llevan juntos, si han tenido incluso problemas económicos: «Este verano -dice- tuvimos que hacer números y números para poder irnos diez días de vacaciones». Confiesa que viven en un chalé, que ya se les ha quedado pequeño y por el que pagan 110.000 pesetas al mes, y que a ella, a Marina, le duele ver al escritor trabajando «en una mesa pequeña, de aglomerado». 

Incluso reconoce Marina, un tanto confusamente para el lector, que se vio obligada, meses atrás, a realizar unas traducciones del castellano al gallego para Fenosa... Las revistas -todas, aquí se incluyen también Semana, Lecturas y Diez Minutos, que cuentan las cosas desde el otro lado, el de la gloria y el del honor, sin entrar en otras miserias o realidades- tienen un recuerdo especial para los trapos que llevaron los protagonistas, Marina y la nuera de Cela, en especial, casualmente vestidas por Jesús del Pozo, en unas galas similares a las que iban a lucir, añade Jesús Mariñas en Epoca, las periodistas Angeles Caso y Anna Castells. Hola, que ha hecho el mayor despliegue gráfico, y que recoge, incluso, en titular el deseo de Marina de casarse con el Nobel e intentar que no se entere nadie, completa su información con una extensa entrevista con Rosario Conde que, en exclusiva, enseña los vestidos que iba a llevar a la ceremonia, que durante años había soñado con su marido, desde que éste se encontró en el café Gijón con César González Ruano. 

La imagen de la esposa resignada a guardar «para mejor ocasión» ese guardarropa no estrenado, es patética. Si no patética, sí insólita es la imagen de Isabel Preysler y Miguel Boyer saliendo a cenar, en Lecturas, ambos atrincherados en sendas gabardinas. No debía ser, desde luego, una burla del matrimonio hacia los Albertos, con quien las relaciones no parecen estar en el mejor momento. Tampoco es éste el mejor momento de Boyer, y no sólo porque, como todos los demás banqueros y hombres de negocios, viva prisionero de su propia seguridad, según informa Cambio 16, que dedica su tema de portada al doble papel de los guardaespaldas de los importantes: les protegen y espían a la competencia. Para la revista, 4.000 guardaespaldas con pistola protegen a estos 700 vip's de las finanzas. Según Tribuna Boyer está enfermo de celos, le irrita la fama de su mujer -hasta hace poco, según sus allegados, era especial motivo de orgullo vivir con ella- y siente que sus amigos le abandonan. Por si fuera poco, los rumores de separación van picoteando, cada semana, las ilustradas. En Semana, Isabel Preysler los desmiente, en Lecturas sale a cenar y se deja coger del brazo, y en Diez Minutos concede una entrevista, a corazón abierto: «Ya me ha salido la primera amiga y no me he preocupado», le confiesa a Jesús Locampos (Jesús López Campos), director de la publicación, que esta semana cumple, por todo lo alto, 2.000 números. Es lástima que el espacio sea inmisericorde, pues el número monográfico, insertado, con la historia de los 2.000 Diez Minutos, desde septiembre de 1951, es también la historia de la prensa del corazón en España.

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