Las promociones ridículas de las televisiones
La autocomplacencia y el triunfalismo sin causa pueden lograr guiños cómicos, si van acompañados de ironía, o resultar decididamente grotescos si el protagonista no alberga dudas sobre su mensaje. Telemadrid, que nos ha permitido un grato respiro a los hastiados mirones de la televisión oficial, que ofrece informativos ágiles y vivos, que nos confirma la sensación de que sus profesionales se han empeñado en justificar su sueldo, se desliza en alguna ocasion por autopromociones ridículas.
Durante la retransmisión del emocionante partido entre el Barcelona y el Milán, José Joaquin Brotons, eufórico ante la belleza de algunas jugadas, nos recuerda un par de veces a los espectadores, el legítimo orgullo que embarga a su emisora al regalarnos tan hermoso espectáculo. No acabo de comprender los razonamientos de ese orgullo. ¿Son adivinos tal vez los responsables de TeleMadrid? Si el partido resulta un coñazo, ¿nos pedirían disculpas por haber sido tan lerdos y haber contratado la retransmision de un tostón? Comprendo que los vendedores novatos intenten darse ánimos a si mismos, repitiéndose lo guapos y maravillosos que son, pero deberían limitar la oda a sus excelencias al ámbito privado. Corren peligro de escarnio público en caso de naufragio.
En Punto y aparte, un programa visible, serio, profesional, la entrevista retrospectiva con Iñaki Esnaola, adquiría valor de documento impagable. Campo Vidal le ametralla con preguntas rotundas, que impiden al entrevistado esa actitud política, ambigua e indeseable de nadar y guardar la ropa. A mí, me resulta ligeramente espeluznante su explicación racional del asesinato de Yoyes. La encuadra como un asunto entre generales de un Estado Mayor, como una consecuencia bélica. Su apostilla, afirmando que la muerta no reunía parecidos con Santa Teresita de Jesus y que era poseedora de beligerancia hacia ETA, desprendía un tufo reconocible. A facherío, a justificación pragmática de la barbarie.
Ojalá que este ideólogo salve su vida y sienta horror hacia la dinámica del balazo. No me agradaría tomar ni un agua mineral con él, o con sus agresores.
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