Piedra contra tijera, papel contra cibernética
Puede que, 545 años después, Gutenberg volviera sobre sus pasos y decidiera retornar a la tumba pensando aquello de «que paren el mundo, que me bajo». Aquel artilugio inventado por él en 1450 llamado imprenta y que provocó una de las más apasionantes transformaciones en la Historia del hombre, ¿tiene los días contados frente a criaturas cibernéticas llamadas CD-Rom, CDI o Internet?, ¿pervivirá el libro de papel frente a los asaltos crecientes del libro electrónico?: tan sólo en forma de interrogantes puede plantearse el que es ya uno de los dilemas culturales del final del milenio. Esas mismas interrogantes son las que editores, escritores, pensadores y fabricantes de productos multimedia se plantean ahora mismo. El futuro ya está aquí, dicen unos, y nada puede evitarlo. El futuro está aquí, pero nada sustituirá al libro tradicional, sentencian otros.
La reciente XV edición del Salón del Libro de París ha vuelto a proyectar luz sobre la influencia cada día mayor de los nuevos soportes tecnológicos sobre el sector de la edición. Tanta luz, que no hubiera estado de más llamarlo «Salón del Libro y el Multimedia». No se atrevieron a tanto los organizadores, pero sí dedicaron a este campo 2.000 metros cuadrados de exposición. Los gigantes de la informática estuvieron allí para dos cosas, que en realidad son la misma: teorizar sobre las propiedades del sector multimedia y vender ordenadores y enciclopedias electrónicas.
Las opiniones chocan. El editor catalán Andreu Teixidor (Ediciones Destino) cree que «las nuevas tecnologías, y sobre todo el CD-Rom, van a ofrecer la posibilidad de nuevos análisis, pero nunca éste debe suponer una forma de zapping en el libro, sino una apertura de nuevos caminos para la lectura y la correcta comprensión de los textos... pero siempre habrá una relación directa, individual, sagrada, entre el lector y el libro, eso no va a desaparecer nunca».
Los editores se muestran apasionados defensores del papel pero, al mismo tiempo, no pueden dejar de lado las incuestionables nuevas posibilidades de los nuevos soportes. Parece bien difícil que, llegado el momento, un responsable de editorial rechace, por ejemplo, la posibilidad de sacar al mercado cosas como un diskette gracias al cual los admiradores de Baudelaire pueden buscar sin esfuerzo el sentido y la frecuencia de ciertas palabras dentro de su obra.
El usuario aprieta varias teclas y busca en qué forma utilizaba Baudelaire la palabra «gato» en sus textos. Puro juego de niños. O elige Spleen, el gran libro deambulatorio de Baudelaire por el París de las callejuelas desconocidas, y es capaz enseguida de zambullirse en los nombres de las galerías y pasajes que pueblan el relato. Se desprende de ahí una de las claves del nuevo reino de lo interactivo: dejar de contemplar el relato, para tomar parte en el relato.
EL PLACER DEL LIBRO.- Christian Bourgois, uno de los grandes santones de la edición francesa, se reconoce «un editor muy convencional pese a haber publicado a tantos escritores de vanguardia». «No hay nada más barato y más cómodo que un libro; no tengo nada especial contra el multimedia, pero se trata de un cliché muy de moda. Me parece bien que se hagan enciclopedias en CD-Rom pero también creo que nada sustituirá nunca al placer de tener un libro entre las manos».
Y es que la reticencia es grande ante los cambios inevitables que afectan y afectarán a la Galaxia Gutenberg. El filósofo y ensayista francés Alain Finkielkraut forma parte de aquellos intelectuales aterrados ante «lo que se le viene encima al mundo con estas cosas». Para el autor de Le mécontemporain, «los fenómenos multimedia constituyen una verdadera amenaza contra la cultura, yo siento auténtica alergia hacia esos instrumentos tan extraños que me dan tanto miedo; me hacen como sentirme un poco expulsado del mundo... y lo cierto es que ni siquiera llego a comprender muy bien la noción de multimedia. En serio, creo que todo esto puede llevarnos algún día a la derrota del papel, a la inmaterialidad del libro, y eso es terrible. En el papel hay materia, y eso ya es algo, ¿no?».
Finkielkraut subraya, pues, uno de los principales factores de la revolución cultural que empieza a fraguarse: la desmaterialización de los objetos culturales, diluídos entre los colores vivos de las pantallas de ordenador y el brillo grisáceo de los CD-Rom.
El escritor español Javier Tomeo, uno de nuestros novelistas de mayor éxito en Europa, se muestra especialmente preocupado ante semejante «amenaza»: «Me preocupa, sí, porque donde estén las páginas de un libro, el poder tocarlo, el poder olerlo y encontrarse con él una y otra vez y poder guardarlo y cogerlo de una estantería, ¡como eso no hay nada!».
Uno de los principales teóricos de las nuevas tecnologías culturales, el estadounidense Richard Lanham, ya ha expuesto en su libro El mundo electrónico algunas de las ideas que reflejan lo que está ocurriendo: «La modificación de las relaciones entre el icono y el alfabeto» sería uno de los cambios trascendentales y, desde luego, la expresión «una imagen vale más que mil palabras» acabará, según Lanham, convertida en la Biblia de nuestras sociedades. Aún más de lo que ya es.
AL RESCATE DE LOS CLASICOS.- Y en las páginas de su ensayo, otra constatación: el lector, si dominaba la sintaxis verbal para el disfrute de los textos, tendrá que añadir a su cabeza otro tipo de sintaxis, la visual, si no quiere perder el tren de la Historia. Sin embargo, Richard Lanham «salva» al libro que, pronostica, «sobrevivirá porque su producción es más sencilla que la de los nuevos soportes».
Que el futuro ya está aquí es pura perogrullada. Para el escritor Félix de Azúa, director del Instituto Cervantes de París, «el CD-Rom es el futuro, entre otras cosas porque los americanos van como locos con el tema, es cuestión de guerra». El autor de Historia de un idiota contada por él mismo, no se muestra especialmente preocupado por las consecuencias que sobre el libro tradicional pueda tener el advenimiento del libro electrónico. ¿Derrota del papel?: «Yo creo que el libro sobrevivirá pero, eso sí, cambiará totalmente de función».
Además, cree muy positivo el papel que los nuevos soportes pueden jugar incluso en el rescate de los autores clásicos: «Sí, creo que los clásicos vivirán un boom cuando sean transportados al soporte electrónico, porque en él se puede jugar de mil maneras, por ejemplo, si el protagonista de una novela canta un aria de Aida, pues el lector la escuchará».
Hay que distinguir entre los dos ámbitos de actuación posible de las nuevas formas de cultura electrónica: el campo de la divulgación y el de la ficción (si obviamos aquí el terreno del ocio, trillado ya desde hace años por las consolas de videojuegos).
En lo divulgativo, la armada cibernética avanza a golpe de inversiones multimillonarias e ideas realmente brillantes, tándem eficaz que empieza a dar sabrosos dividendos a sus autores. La «Multimediateca» instalada (y abarrotada) en el reciente Salón del Libro de París ha sido el escaparate de las hasta hace poco impensables extensiones culturales propuestas por los nuevos medios. La gama abruma al profano. El profano ve cómo, jugando con el teclado de la forma más simple, puede darse un garbeo por un Museo del Louvre virtual, conociendo las obras que más le apetezcan, saltándose las que no le interesan y participando en juegos en cada uno de los recorridos posibles (Le Louvre, de Montparnasse Multimedia).
Los emperadores de China, un recorrido por la historia del cómic, el mundo del cine desde 1917 o las vidas paralelas de Monet, Verlaine y Debussy son otras de las propuestas lanzadas por Apple, Microsoft o IBM, verdaderos terratenientes del sector. En España, precisamente, IBM y la editorial Planeta están a punto de sacar al mercado su esperada enciclopedia en CD-Rom.
Ramón Claret, de Telemáticos Multimedia S.A. (empresa mixta formada por Planeta Agostini e IBM) divide de forma diáfana los dos campos posibles de accion, las obras de ficción y las de divulgación.
CAMPOS COMPLEMENTARIOS.- «Son dos entornos diferentes -aclara Claret-, siempre habrá un lector debajo de un árbol con un libro que le haga reír, pensar o llorar... y es verdad que la pantalla del ordenador dificulta el pensar. Pero en cuanto a libros de consulta o referencia, sí que está por encima el multimedia, aunque sólo sea por su mayor comodidad y economía de espacio; de todas formas, se trata de dos campos no enfrentados, hay complementariedad entre ambos».
La literatura potencial, el hipertexto y, en general, la idea de «el libro en el que el lector es el héroe» son los principales campos de aplicación de los nuevos sportes a las obras de ficción. Ir avanzando sobre el relato y tener la posibilidad de cambiarlo sobre la marcha ya no es un sueño sideral. Si a alguien no le gusta que el protagonista siga vivo, aprieta un botón y lo mata. La creación creadora sustituye a la creación creada. Nuevas posibilidades, para unos. Crimen contra la literatura, para otros.
Entre ellos, el pensador José Luis Aranguren, sucinto pero inequívoco en su rechazo hacia cualquier «desviación»: «Me parece que todo esto de las nuevas tecnologías supone un peligro, el peligro de convertir al ser humano en una especie de pequeña máquina; estos nuevos sistemas reducen nuestra capacidad de inteligencia, se da una mecanización de la inteligencia; a mí me cuesta un enorme trabajo entrar en estas nuevas fórmulas de comunicación». Aranguren niega que haya complementariedad entre el libro tradicional y los nuevos medios interactivos. El escritor José Luis Sampedro, autor de La sonrisa etrusca, quita importancia a todo este revuelo, y la irrupción de las nuevas tecnologías en la cultura no le parece más que «un adelanto técnico cualquiera que cambia las cosas y las situaciones», y se declara «totalmente ignorante sobre el tema».
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